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¿Imaginas una carrocería que se ablande en caso de atropello?

Desde los inicios de la automoción, la industria ha trabajado por crear coches más seguros no sólo para sus ocupantes, sino también para el resto de usuarios de la calzada.

Desde las barras transversales para evitar que los peatones quedaran atrapados bajo los vehículos, son muchos los avances que se han puesto en marcha para minimizar, en la medida de lo posible, las consecuencias de un atropello.

En este sentido, Google parece que está poniendo especial interés en la materia mientras desarrolla su coche autónomo. En 2016 se dio a conocer que había patentado un adhesivo que iría impregnado en el capó, frontal y laterales y que evitaría que los peatones salieran despedidos en caso de impacto.

Pues bien, ahora se ha conocido que otro de los desarrollos que patentó en 2015 y que acaba de pasar a manos de Waymo, la filial de la multinacional encargada del I+D de la conducción autónoma, es una carrocería que reduce su rigidez en la parte donde va a colisionar con una persona.

De este modo, una vez que el ordenador central detecta que se va a producir una colisión contra un peatón o ciclista, éste envía una orden que destensa los cables, muelles y demás que mantienen la rigidez de la carrocería. De esta forma, el panel exterior puede deformarse absorber la mayor parte del impacto.

La clave es conseguir esto sin poner en peligro a las personas que van en el vehículo. Este sistema sólo se activa si detecta a un peatón; si nos vamos a estrellar contra otro coche, por ejemplo, mantendría la rigidez para asegurar que afecta lo mínimo posible al interior del vehículo.

El mérito de este sistema que ablanda el coche no radica solo en reaccionar frente a un obstáculo, sino diferenciar entre una persona y objetos inanimados que puedan dañar la integridad del coche.

En este ámbito, Waymo lleva tiempo trabajando para que su ordenador sea capaz de hacer esta diferencia y otras muchas como ciclistas, motoristas o incluso un agente de tráfico. A parte de esto, las aplicaciones de esta tecnología podrían ir incluso más allá. Así, sus coches serían capaces, por ejemplo, de reaccionar de forma diferente en función del obstáculo. No es lo mismo una moto que un coche, ni tampoco un coche acercándose a 20 km/h que uno a 100 km/h.